La regulación neural del tracto gastrointestinal es sorprendentemente compleja y es muy importante tener clara la neuroanatomía para poder entender la fisiopatología y así aplicar las técnicas en consonancia con los mecanismos disfuncionales.
El intestino está inervado por dos grupos de nervios, extrínsecos e intrínsecos:
- El sistema nervioso extrínseco se compone de nervios que inervan el intestino y cuyos cuerpos celulares se localizan fuera de la pared intestinal. Estos nervios extrínsecos forman parte del sistema nervioso autónomo. La inervación neural extrínseca se produce a través de las dos grandes subdivisiones del sistema nervioso autónomo: los sistemas simpático y parasimpático. La inervación parasimpática del tracto gastrointestinal se lleva a cabo por la vía del nervio vago y los nervios pélvicos. El sistema nervioso autónomo, tanto en su porción simpática como en la parasimpática, lleva las fibras de las neuronas aferentes hacia el Sistema Nervioso Central.
- El sistema nervioso intrínseco, también denominado sistema nervioso entérico, tiene cuerpos celulares integrados en la pared intestinal (plexos submucoso y entérico) (Berne y Llevy 2009). El sistema nervioso entérico se compone de dos plexos principales, que no son sino agrupaciones de cuerpos neuronales (ganglios) y sus terminaciones, ambos integrados en la pared digestiva. El plexo mesentérico se sitúa entre las capas musculares longitudinal y circular, y el plexo submucoso, en la submucosa. Las neuronas de ambos plexos se encuentras unidas por fibras Las neuronas del sistema nervioso entérico se clasifican, desde el punto de vista funcional, en neuronas aferentes e interneuronas o neuronas eferentes, de forma similar a las del sistema nervioso extrínseco. Por esta vía, el sistema nervioso entérico actúa de manera independiente de la inervación extrínseca. No obstante, las neuronas del sistema nervioso entérico están inervadas por neuronas extrínsecas, y así la función de estas vías reflejas puede ser modulada por el sistema nervioso extrínseco. Además, muchas hormonas gastrointestinales también pueden actuar como neurotransmisores en el sistema nervioso autónomo y en regiones cerebrales implicadas en procesos autónomos. Estos mediadores y péptidos reguladores son, por tanto, conocidos como «péptidos cerebro-intestino», y los componentes, tanto extrínsecos con intrínsecos, son referidos como «eje cerebro- intestino».
En definitiva, hay algunas funciones que dependen de manera importante del sistema nervioso extrínseco, mientras que otras pueden tener lugar independientemente del mismo y enteramente ser controladas por el sistema nervioso entérico. No obstante, los nervios extrínsecos a menudo pueden regular funciones del sistema nervioso intrínseco (Berne y Llevy 2009).
Para que se generen reflejos locales dependientes del plexo submucoso de Meissner es necesario que se generen fuerzas de distensión y tracción que generan respuestas locales y endocrinas. Los mecanorreceptores responden a la distensión de la pared intestinal. El plexo submucoso controla la función parietal interna de cada segmento diminuto del intestino regulando la secreción local intestinal, la absorción y la contracción locales. En el epitelio gastrointestinal se originan muchas señales sensitivas que son integradas en el plexo submucoso para ayudar a realizar las diferentes funciones a nivel local y producir diferentes grados de plegamiento de la mucosa del estómago u otros (Berne y Llevy 2009).
Las células enterocromafines liberan serotonina tras la aplicación de fuerzas de cizallamiento, lo que facilita la motilidad. Las fuerzas de cizallamiento relevantes son rotar, agitar, vibrar, cizallar, comprimir y estirar (Beyder 2019).
Otros procesos que transcienden los problemas musculoesqueléticos, por ejemplo, son las infecciones.
¿Qué evidencias hay sobre los efectos de la Osteopatía respecto a estos procesos?
Las técnicas osteopáticas de bombeo linfático estimulan las respuestas de los anticuerpos a las vacunas (incluidas la neumocócica y la hepatitis B) e incrementan la inmunoglobulina A secretora en una población estresada (Saggio et al., 2011; Measel, 1982; Jacksonet al., 1998).
Las técnicas de bombeo linfático movilizan leucocitos del tejido linfoide asociado al intestino, incrementan el recuento de leucocitos y movilizan mediadores inflamatorios como la interleucina 8, interleucina 6, interleucina 10, proteína quimio-atractante de monocitos 1, factor estimulante de colonias de granulocitos, quimio-atractante derivado de queratinocitos, nitrito y superóxido dismutasa (Schander et al, 2013-2014; Hodge & Downey, 2011-2010; Hodge et al., 2007).
Kilgore et al., 2018, observaron que un protocolo de tratamiento manipulativo osteopático (OMT) linfático mejora las tasas de cicatrización de heridas entre pacientes con edema de las extremidades inferiores.
El protocolo de Kilgore et al., 2018, redujo el edema y revirtió la tendencia de crecimiento de la herida en pacientes con úlceras por estasis venosa.
La reducción del edema es un pilar de la terapia actual de heridas, y cualquier modalidad que disminuya el edema puede disminuir posteriormente los tiempos de curación.
El estudio de Hodge et al., 2012, destaca los estudios de investigación de ciencia básica y clínica que respaldan el uso de técnicas de bombeo linfático para mejorar los sistemas linfático e inmunológico y tratar la neumonía y analiza los posibles mecanismos por los cuales las técnicas de bombeo linfático benefician a los pacientes con neumonía.
Las técnicas de bombeo linfático reducen las unidades formadoras de colonias de Streptococcus pneumoniae durante la neumonía aguda según Hodge et al., 2012.
Al mejorar la captación linfática de los antígenos en caso de vacuna, los tratamientos con bombeo torácico pueden facilitar la activación de los linfocitos específicos de la vacuna, incrementando el número de células T y células B en la circulación linfática (Hodge et al., 2010; Huff et al., 2008, Huff et al., 2010).
Los tratamientos con bombeo torácico aumentan el número de macrófagos, neutrófilos, linfocitos T CD4 +, linfocitos T CD8 +, linfocitos B IgA + y linfocitos B IgG + en la linfa del conducto torácico y mesentérico.
De particular importancia fue el aumento de células B IgA+ e IgG+, lo que sugiere que los tratamientos con bombeo torácico pueden estimular la liberación de células B maduras con cambio de isotopo de los tejidos linfoides gastrointestinales a la circulación linfática (protección inmunitaria contra enfermedades infecciosas) (Knott et al.,2005; Hodge et al., 2007; Hodge et al., 2010; Huff et al., 2010).
En enfermedad pulmonar obstructiva crónica según Bordoni, 2019, el bombeo linfático tiene como objetivo reducir la concentración de sustancias proinflamatorias.
El tratamiento manipulativo osteopático (OMT) es un adyuvante eficaz de la neumonía ya que reduce la duración de la estancia hospitalaria de los pacientes, la duración de los antibióticos intravenosos y la incidencia de insuficiencia respiratoria o muerte en comparación con los sujetos que recibieron atención convencional sola (Noll et al, 2008).
Su utilización para la neumonía se registró por primera vez en la pandemia de influenza española de 1918, cuando los pacientes tratados con atención médica estándar tenían una tasa de mortalidad estimada del 33%, en comparación con una tasa de mortalidad del 10% en pacientes tratados por médicos osteópatas (Smith, 1920).
Es importante destacar, bajo el prisma científico y basándonos en la fisiología médica que todos los libros de fisiología consultados afirman que, de fallar el sistema linfático el sujeto muere en 24 horas (Tresguerres, J.A. 2010, Guyton 2006, Berne-Levy 2009, Fox, S.I. 2002). También que, excepto en regiones cartilaginosas, óseas epitelios y tejidos del sistema nervioso, el sistema linfático está presente en todo el organismo (Berne y Llevy 2009).
Artículo extraído del Informe crítico: osteopatía visceral
https://rofe-do.com/media/pdf/Informe_osteopatia_visceral.pdf