Osteopatía y el concepto de desviación y desalineación de las estructuras del cuerpo

En osteopatía nos centramos en las disfunciones neurofisiológicas y estructurales que son patógenas o potencialmente patógenas si actuamos en el campo de la prevención. Por  ejemplo, no nos preguntamos si hay un valgo asimétrico de rodilla, sino en las causas que pueden generarlo:

El valgo asimétrico de rodilla que mencionamos puede estar generado por una asimetría podal en un sujeto que realiza actividades físicas asimétricas, o en una agenesia del escafoides, etc. Ese valgo genera adaptaciones en pelvis, columna lumbar y estas adaptaciones llegan hasta la región cérvico-cefálica (Patwardhan, A.G. et al. 2018; Kang, J., et al. 2019). El mantenimiento en sujetos emétropes y sin forias o tropias (desviaciones latentes o manifiestas del sistema perceptivo visual) de la horizontalidad de la mirada es, jerárquicamente dominante, por lo que la probabilidad de que una dismetría o asimetría podal genere adaptaciones cervicales es total (Patwardhan, A.G. et al. 2018) y no condicionada.

Un paciente con una pierna corta adapta sus sistemas en conjunto, al igual que un incremento de la presión arterial implica una adaptación del conjunto del organismo y no sólo de la arteria aorta.

Las normas para valorar estas desalineaciones posturales, dismetrías, escoliosis, etc, son lugares comunes en Fisioterapia y Medicina (Kendall, 1979; Venn et al, 1983; Cleveland, 1988; Mannello, 1992; Gurney, 2002; Knutson, 2005; Hoiika et al., 1989).

Por otra parte, las desalineaciones no se relacionan siempre con problemas de salud, igual  que la hipercolesterolemia no se relaciona siempre,  y sistemáticamente con problemas de salud. Ambos son factores de riesgo, el primero de nocicepción/degeneración articular y el segundo de riesgo cardiovascular.

Definimos un factor de riesgo como un elemento o una característica mensurable que tiene una relación causal con un aumento de frecuencia de una enfermedad, y constituye factor predictivo independiente y significativo del riesgo de contraer una enfermedad.

https://www.revespcardiol.org/es-factores-riesgo-cardiovascular-perspectivas-derivadas-articulo-13116658

Para el riesgo cardiovascular el tabaquismo, la hipertensión, la inactividad física y la obesidad son también factores de riesgo. Se tiende a afirmar que estos factores explican tan sólo el 50% de los casos, sin embargo, en realidad explican el 75% de la incidencia, y esto ha hecho a los médicos dar mucha importancia a la consideración de todos los factores para intentar prevenir la enfermedad cardiovascular (Greenland P. et al, 2003; Khot UN. et al, 2003).

¿Qué hacemos los osteópatas?

Sabemos que las desalineaciones en los ejes podales, fémoro-tibiales, las dismetrías, las retracciones de cadenas musculares, los desequilibrios tónicos agonista-antagonista, son factores de riesgo de artrosis, discopatías, meniscopatías, etc. Sabemos que las correlaciones dolor-dismetría son cuestionables, pero analizamos al sujeto desde la perspectiva de los factores de riesgo para tratar y/o prevenir (Gross, 1983; Friberg, 1983; Soukka, 1991), y no por esto dejamos de valorarla. Estudiamos, en línea con los conceptos de interdependencia regional (Wong, 2018; Sueki et al, 2013) cómo una asimetría podal puede ser causa o consecuencia de una dismetría entre las piernas (Rothbart, 2006), explicamos diferentes maneras de evaluar la dismetría (Fisk, 1975; Rhodes, 1995); valoramos las torsiones pélvicas mediante examen con pelvímetro, plataforma de cargas (Gagey-Weber, 2001) y radiografías (Coopestein, 2007), medimos el ángulo de Cobb (2134 resultados en Pubmed del 2016 al 2021) y estudiamos si las asimetrías podales y de longitud de piernas se deben a asimetrías valgo-varo, mediante la línea de hebling y el Foot index posture con niveles medios a buenos de confianza (Aquino et al, 2018).

Nos centramos también en las vías neurofisiológicas que condicionan la regulación postural para valorar al sujeto (Bricot, 2011; Lacour, 1997; Huggare, 1992; Meyer-Baron 1982; Baron, 1976).

También valoramos a nuestros pacientes estudiando qué niveles vertebrales atraviesan de manera anómala la línea de gravedad, pues se ha demostrado que tienden a la facilitación medular/ sensibilización (Kuchera, 1994). Sobre el plano sagital valoramos las curvas raquídeas como hace cualquier traumatólogo y también la ptosis visceral, pues incrementa el riesgo de padecer problemas viscerales orgánicos (Srirangam, 2008; Prandota et al, 1984). Los trabajos de Glénard son de gran interés para el abordaje médico de los pacientes con ptosis visceral sintomática (Yoshida et al, 2020; Bratt DG et al, 2018; Wadstrom y Haggman, 2010; Ghanem, 2001).

 Los osteópatas no buscamos modificar posición alguna sino generar reflejos, actuar sobre el dolor (Page et al, 2019; Prinsen et al, 2014, George et al, 2006; Fernández de las Peñas et al, 2008)  y sobre la sensibilización central y periférica (Meltzer y Stanley, 2007; Liccicardone etl al, 2012, 2013; Ruffini et al, 2015; Scander et al, 2012, 2013; Katavich, 1998; Henley et al, 2008; Giles et al, 2013), sobre los receptores propioceptivos paravertebrales modificando las aferencias de los grupos I, II y III, IV (Pickar y Wheeler, 2001; Pickar y McLain, 1995), sobre el huso neuromuscular (Korr, 1975; Indahl et al, 1997; Cao et al, 2013; Reed et al, 2015; Zhu et al, 1993, 2000) y sobre los centros superiores a través de la plasticidad cortical (Zhu et al, 2000; Pelletier  et al, 2018; Ponzo et al, 2018).

Sabemos que generamos modificaciones en las respuestas a nivel neuroendocrino y neurovegetativo generando cambios hematológicos y neuroendocrinológicos que refuerzan la inmunidad y disminuyen el dolor como la neurotensina, oxitocina y cortisol (Plaza-Manzano et al, 2014; Kovanur-Sampath et al, 2017).

Generamos cambios en el eje hipotálamo-hipofisario y liberación de endorfinas y otros cannabinoides endógenos como la anandamida (McPartland et al, 2005; Sampath et al, 2017), cuyos niveles se incrementan en un 250% tras el tratamiento manipulativo (con importante actividad en la memoria, el hambre, sueño, dolor y circuito de recompensa, también en la implantación del embrión humano y niveles elevados de esta, aceleran la reparación tisular) (Williams, 2021).

¡No movemos vértebras!.

Tras la manipulación se reducen Interleucinas proinflamatorias y disminuye el factor de necrosis tumoral α (TNF-α), y se sabe que la degeneración discal y articular está condicionada por la elevación de estas citoquinas inflamatorias (Kepler et al, 2021; Kadow et al, 2015).

No afirmamos corregir la posición de hueso alguno pero sí podemos afirmar que logramos un aumento de la activación de reposo del EMG de los músculos paraespinales y a distancia (Dunning y Rushton, 2009; Bicalho et al, 2010), que modulamos las respuestas neuromusculares (Lehman et al, 2012; Suter et al, 2000; Barbosa et al, 2014). Aumentamos la descarga en reposo de los husos neuromusculares paraespinales, mejorando la fuerza y el control motor (Grindstaff et al, 2009), y aumentamos la estabilidad del segmento vertebral (Barbosa et al, 2014).

Información obtenida del Informe crítico – Evidencias en Osteopatía estructural

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